Texto y fotografías: Matías Torelli

Los juguetes son parte de la historia de mi vida.

 Uno de los recuerdos más lindos que tengo, es cuando mi mamá me regaló mi primer Gi Joe, tenía 8 o 9 años. No sólo fue tener aquel muñeco que parecía imposible, sino también su sonrisa cuando me vio agarrarlo. En esa época no teníamos la posibilidad de tener muchos juguetes por lo que cada muñeco era un compañero inseparable.

 Cuando era chico me pasaba horas jugando e inventando historias con los muñecos hasta que me iba a dormir. Y al otro día, cuando volvía del Colegio, seguía con la misma historia que había dejado el día anterior. Así pasaba días. Cada personaje tenía un nombre y rara vez cambiaba de rol. Por supuesto que estaba mi preferido, al que siempre llevaba conmigo en cada viaje. Cada juguete tenía vida y eran mis grandes compañeros en muchos ratos de soledad.

 Con el tiempo fui dejando de jugar con ellos, aunque nunca dejaron de llamar mi atención. Si bien ya no pasaba esas horas creando infinidad de guiones, de tanto en tanto me gustaba generar alguna escena y ahí los dejaba un buen rato. Casi como una decoración que iba cambiando con el tiempo. Alguna vez les he sacado fotos con una vieja cámara Kodak (cuyos negativos nunca pude encontrar). Al parecer, ya empezaba a entrar en escena mi forma “adulta” de jugar.

Sin embargo, gran parte de aquellos muñecos fueron guardándose en bolsitas, en cajones o juntando polvo en algún mueble.

Los juguetes fueron parte de mi vida. Una parte muy feliz. La fotografía me reencontró con esa alegría de poder hacerlos vivir nuevamente. Sacarlos de sus envoltorios, crearles un escenario o bien mezclarlos con uno real. Cada foto es felicidad. Es una búsqueda permanente de revivir la infancia. Logrando darle vida a todos los personajes que alguna vez me han hecho sonreír.