Texto y fotos: Ezequiel Papania

Los días grises, cortos y tristes. La visita del invierno se aproxima, y por dentro me voy poniendo en letargo. Como una flor marchita, inerte. Llena de fríos.  Varios inviernos encima, ya no más.

Varios, muchos, casi todos malos, fríos y oscuros. Los recuerdos de mi padre, de mis hijos, de mi ex compañero de vida, las deudas y muchas malas decisiones hacen más frías las noches y las tardes.
Los días se hacen eternos. Dan un calor tenue que no alcanza.
Ya no más.

El invierno me llama. Me puede. Me dice  que me vaya con él. El frío se apodera. Lo intente, lo sigo intentando. A veces casi lo alcanzo.

Solo quiero el calor de la cama, de mi perro y de las ropas que me quedan de aquellos pocos inviernos felices.

La primavera florece y me da otra oportunidad. Pero no florezco.
Apenas me deja ver mi infancia por una ventana que solo muestra una pared.
¿Dónde está el calor que apague estos fríos?
¿Con los psicólogxs? ¿Con las pastillas? ¿Con mis hijos? ¿En la clinicas psiquiatricas?
¿Será que ese calor no existe?

Siento que el frío siempre va a volver, porque vive dentro mio.
Ya no más.

Cristina es mi mama tiene 61años y es paciente psiquiátrica que sufre de una depresión muy fuerte. En estos últimos 3 años tuvo 4 intentos de suicidio. Casi todos en invierno.  Desde Mayo del 2018 vivo con ella en su casa para ayudarla en su tratamiento.

En Junio de 2019 tuvo otra recaída y actualmente esta internada en una clínica psiquiátrica.

La depresión es una enfermedad que va comiendo por dentro a las personas. Silenciosa, destructiva y nunca sabes cuándo puede atacar de nuevo, pero confiamos en que esta vez mi madre va poder salir adelante y encontrarle un sentido a sus días.