Texto y fotos: Verónica Romanenghi
- El Batman solidario
Una tarde llegué a una casa en las afueras de la ciudad de La Plata, toqué timbre y pregunté: “hola … Batman?”, del otro lado dijeron: “sí”.
Bienvenidos al mundo del Batman solidario, un maestro de escuela primaria que todos los viernes a las 18 se calza el traje completo y se sube al Batimovil para llevarles lápices, dibujos para pintar y juegos a los chicos internados en el Hospital Interzonal de Agudos especializados en Pediatría “Sor María Ludovica”.
Pasé una tarde con él y nunca le vi la cara: siempre usa su máscara y su léxico está repleto de imágenes del personaje: dice que trabaja en ciudad gótica, que en su casa lo espera Batichica y, cuando detecta alguna irregularidad en el recorrido, dirá que seguro fue obra del Guasón.
A las 18 partimos en el Batimovil, un auto negro con un montón de detalles del hombre murciélago: los asientos tienen el logo y la música que nos acompaña es la de las películas. Ni bien llegamos al hospital lo esperan dos periodistas y una cámara de televisión: Batman se convirtió en pocos meses en un personaje buscado, Italia, Francia y China también quisieron contar la historia de este hombre que el día de la inundación que dejó a media ciudad de La Plata bajo el agua en el 2013, decidió que él también podía ayudar llevando esperanza y compañía.
Todo superhéroe necesita un ayudante y en este caso ese papel lo juegan las hermanas que viven en el hospital, en especial la hermana Magdalena que nos va habilitando el paso a las salas de los chicos internados que visitaremos esa tarde.
Antes de iniciar la recorrida Batman me avisa: “tengo que saludar al jefe” y se dirige a la capilla del hospital donde se inclina en silencio unos minutos. Empezamos la recorrida por las salas y los que más se sorprenden son los padres, los chicos no tienen tiempo de darse cuenta de la visita, la sorpresa los deja mudos. Bromea con un chico que le muestra un Hombre Araña: “eh! esa es la competencia!” y cada tanto saca de la bolsa de regalos un calzoncillo y amaga a dárselo a alguna madre: “no me lo lavas? es de Robin que se lo dejó en casa”.
Luego de dos horas de recorrida Batman tiene un percance de este mundo: al Batimovil le queda poca nafta. Paramos en una estación de servicio: los playeros lo reconocen, la gente se baja de los autos a sacarse una “selfie” con él que no defrauda: posa serio e imbatible para las fotos.
Al momento de pagar me doy cuenta de algo: los playeros son los únicos que saben su verdadera identidad, Batman paga con tarjeta de crédito como todos los mortales.