Texto y fotografías: Celeste Alonso
Hace unos años mi familia me invito a pasar las vacaciones de navidad en un crucero. No es el tipo de lugares que elegiría o que me gustan, pero sentí que era una buena oportunidad para registrar lo que sucede arriba de un lugar así. Apenas subí me di cuenta de que lo que más me interesaba y llamaba mi atención era la gente que veraneaba allí.
En un espacio equivalente a casi cuatro manzanas, donde llegan a convivir unas 8500 personas, uno percibe que jamás podría llegar a estar solo. En los cruceros hay un torbellino frenético de gente que circula incesantemente donde el estimulo de actividades y de consumo es avasallante.