Texto y fotografías: Fernando Di Francesco

Lejos del obelisco, donde las luces de la gran ciudad no se ven ni en puntas de pié, el Camino de Cintura zigzaguea atravesando once partidos del Conurbano Bonaerense.

                   Cruza todos los ferrocarriles urbanos de Buenos Aires a lo largo de los casi 70 kilómetros en los que se extiende entre Florencio Varela y San Isidro.

                   Sus veredas sin cordones, son ideales para que los automovilistas estacionen a comprar en los puestos que ofrecen desde jaulas y carne al corte, hasta lentes de lectura y artículos de boxeo para los que pelean el día a día.

                   Abundan parrillas, fábricas, descampados, chatarrerías, iglesias, albergues transitorios y cementerios de autos.

                   Tiene un hipódromo en San Isidro y carros a caballo en los demás barrios.     

                   El Camino de Cintura, pareciera que muere de noche, pero vuelve a nacer al alba, como el pan que buscan al andar sus habitantes, los laburantes.

“El Conurbano es tan exuberante, tan desproporcionado, que el realismo es insuficiente para representarlo”

(Juan Diego Incardona – Escritor).

 “Imagínense que la Capital Federal es la manga de un saco. Metés la mano. La das vuelta así. Te queda el Conurbano”

(Pablo Ramos – Escritor).