Texto y fotografías: Marco Catullo
En 2017 tuve la oportunidad de visitar Hong Kong y recorrer parte del suroeste de China, desde Cantón hasta Shanghai, con algunas paradas intermedias. En ese momento estaba comenzando, tímidamente, a practicar la fotografía callejera. Oriente lejano era una fiesta para el principiante. Por un lado, todo era nuevo a los ojos y hasta exótico: la arquitectura, los paisajes, las costumbres, las vestimentas, las palabras, incluso los rostros. Por otro lado corría, con la ventaja del turista, que prácticamente goza de impunidad al tomar fotografías en cualquier espacio, privado o público, sin llamar la atención, casi justificado. En lugares así, la posibilidad de sacar fotos parece infinita, solo depende del tiempo que le queramos dedicar. Sumado a esto, la densidad de población (tanto en China como en Hong Kong) que se percibe en las calles, en los parques, templos, plazas y hasta bibliotecas públicas es abrumadora. En un país completamente monitoreado por cámaras de seguridad, todo el entretenimiento y el tiempo libre parece transcurrir en los espacios públicos. Música, juegos, romance, compras, gastronomía, deportes, todo se repetía, ya sea en los lugares más turísticos, en barrios superpoblados pero donde no se ven extranjeros o en lugares más remotos, como las aldeas en los famosas terrazas de arroz. Lo difícil era poder aislar un personaje o una situación que era lo que en ese momento buscaba, así como encuadrar de la manera más “prolija” posible. Estas fotos son el resultado de 20 días de viaje, son una selección priorizando la variedad de temas entre las fotos que consideraba mejores. Fueron tomadas en Hong Kong, Cantón, Guilin, Longji, Fenghuang y Shanghai, intentando captar algo del espíritu del sorprendente pueblo chino y aprendiendo sobre fotografía callejera en un país inabarcable para los ojos inexpertos.